NOCIONES DE ARTE MODERNO (IX) -DESDE FINALES S.XIX
“IMPRESIONISMO” -2ª parte
(E. Manet)
Texto: Pepe Hdez Rubio
Fuente: Historia del Arte El Realismo y El Impresionismo TOMO XV. Salvat-El País (ed.) 2006
El crítico de arte Emile Blémont sentenció la esencia de los impresionistas con estas palabras: “Nadie nos ha dado una definición satisfactoria, pero a nosotros nos parece que los artistas que se reúnen bajo este título persiguen, con diversos modos de ejecución, un fin análogo: dar con sinceridad absoluta, sin compromisos, con procedimientos simples y amplios, la impresión que en ellos suscitan los aspectos de la realidad”. Porque, en efecto, el Impresionismo lo formó un grupo de artistas, no una escuela, con improntas diferentes pese a su objetivo común. Fueron tachados de rebeldes y descarados, su obra representaba una reacción contra los pintores del establishment del arte francés más conservador; y no fue hasta 1874 cuando a raíz de una exposición, se acuñó el nombre, adoptado del título de un cuadro de Monet, Impression, Soleil levant.
Uno de los pioneros indiscutibles fue Edouard Manet (1832-1883), quien forjaría una primera liberación de la pintura de sus antiguas trabas a principios de la década de 1860. Muchas fueron las dificultades para que se admitieran sus obras en los Salons de exposiciones, cuyos críticos no se dejaban seducir por las nuevas propuestas. Pero un espíritu de modernidad había llegado también al arte, paralelamente a las transformaciones históricas que se daban en el mundo avanzado. Y el pintor parisiense, aunque incomprendido a lo largo de su carrera, persiguió un cambio real en el panorama pictórico y su nombre sonaría fuerte entre el círculo de artistas renovadores. Procedía de una familia culta y burguesa, y pronto destacaría por su maestría en el dibujo a temprana edad, consiguiendo el apoyo de los suyos para ingresar en una academia de pintura, y apostando después por otorgar la categoría de profesión a la labor artística. Y en sus inicios, Manet procedió con una objetividad que se proponía sugerir, representar con la ligereza plástica por la que se desenvolvería el Impresionismo. Se constata que el pintor copiaba obras en los museos, una práctica generalizada en los demás, que tomaba apuntes para forjar su propio estilo, que quedó prendado no solo de Goya, sino también de Velázquez (de cuya obra quedaría fascinado) gracias a varias visitas al Prado, y de Rembrandt en el Louvre.
Música en el jardín de las Tullerías (Tate Gallery-Londres)
Quizá una obra de Manet donde se adivina una innovadora concepción impresionista es Música en el jardín de las Tullerías (1860), donde la sensación de movimiento entre la gente es clara, donde se aprecia un estudio consciente del ambiente claroscurista al aire libre, y donde árboles, multitud y perspectiva son los protagonistas.
Desayuno en la hierba (Musée d´Orsay-Paris)
Por su parte, tanto Desayuno en la hierba (1863) como Olimpia (1865) implicaban claros ejemplos de esa pulsión por perseguir aires nuevos, significativa y estéticamente. Ambas suponían un auténtico escándalo para lo comúnmente aceptado, el jurado del Salón de París bloqueó con contundencia las propuestas del pintor, y en vista de la polémica suscitada por su osadía, el mismo Napoleón III creó el Salón de los Rechazados, paralelo al oficial, con el objetivo de que este tipo de obras repudiadas tuvieran allí cabida. La escena campestre de la primera, muestra a una mujer desnuda que dirige su mirada sin reservas hacia el exterior, mientras que dos hombres charlan ignorando a aquella. En segundo plano observamos a otra mujer agachada, pero sin sensación de profundidad, como de escena interior. La luminosidad del fondo determina el punto de fuga y el grupo de personas, y también la suerte de bodegón que representa la cesta de frutas. La intención de Manet no fue otra que dar preeminencia a la luz, para que presidiera la escena, junto a las pinceladas sueltas. La estructura piramidal es todavía de impronta clásica, dentro de la transgresión.
Y en Olimpia, que también causó un amplio revuelo, con la representación de una joven desnuda que recibe de su sirvienta negra unas flores, el pintor parisiense logró otro cuidadoso estudio de luces y sombras, de contrastes coloristas, de delicadeza en los elementos, pese a haber sido tildada de rigidez en el dibujo.
La predilección por temas españoles fue muy clara en Manet. Alabada por el poeta Baudelaire, gran amigo del pintor, una obra de reminiscencias goyescas como Lola de Valencia (1862) supone un claro ejemplo. La figura femenina bajita y garbosa posa al estilo de muchos retratos trabajados por el pintor aragonés: colocación de los pies, el brazo con la pulsera, el abanico entreabierto… y, por supuesto, la luminosidad de la propia figura.
Lola de Valencia (Musée d`Orsay -Paris)
Y de aquella época es El Pífano, un adolescente de la banda de música de la Guardia Imperial, cuya figura es firme y viva y plena de contrastes coloristas, con los zapatos y el negro de la guerrera ante la monocromía clara del fondo. No obstante, el cuadro fue rechazado en el Salon de 1866, y causó la indignación en el escritor y amigo Emile Zola, quien defendió vivamente el trabajo de Manet en sus artículos periodísticos. El Pífano ((Musée d`Orsay -Paris)
Fue después de su estancia en Madrid cuando contactaría con el grupo impresionista de pintores en Paris, llegando a organizar una exposición en un barracón en la Plaza de Alma, lo que fomentaría la amistad y complicidad entre ellos, con sucesivas reuniones y tertulias posteriores. En 1868 Eduoard Manet alcanzó la plenitud y pintó El balcón, todavía bajo un esquema goyesco, pero concebido en un contexto estético de sutiles valores cromáticos, y con la anécdota de la joven sentada, Berthe Morisot, muy amiga del artista y también pintora impresionista, que llegó a opinar que aparentaba una mujer fatal.
La similitud del pintor parisino con los impresionistas radicaba sobre todo en la inmediatez de la ejecución respecto a la visión inicial del motivo, antes que en la yuxtaposición de las pinceladas de colores puros. En 1874 pintó la pareja de Argenteuil, frente al Sena, ambos tocados de prendas a rayas, y tras ellos una embarcación, el mar y un pequeño pueblo, elementos que nos trasladan a un entorno de luz espontánea en la concepción pictórica al aire libre.
Argenteuil (Museo Bellas Artes-Tournai)
Además, el no renegaba de una objetividad de los elementos exteriores, pero tampoco olvidaba su imprescindible color negro aplicado asiduamente. Los últimos años del trabajo artístico de Manet se caracterizaron por unos retratos femeninos de gran elegancia y por el verismo naturalista de la sociedad de su tiempo. Así, destaca Patinaje (1877), que recoge una pista de patinaje con un primer plano de una mujer refinadamente vestida, que denota hermosura y exquisitez.
Por parte el retrato de Irma Brunner (1882), una actriz mundana y famosa, resulta de una delicadeza casi sublime, donde la sencillez del perfil y de la gama cromática son elementos plásticos de gran maestría. Quizá este retrato implica el punto álgido en el sobresaliente trabajo artístico de Edouard Manet, un sólido precursor del Impresionismo.
Irma Brunner (Musée d`Orsay -Paris)
P. Hdez. R