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NOCIONES DE ARTE MODERNO (VIII) -DESDE FINALES S.XIX

“IMPRESIONISMO” -1ªp.  

Texto: Pepe Hernández Rubio 

El largo periodo iniciado en el S.XIV por aquella pintura que perseguía la captación de la realidad culmina, a finales del S.XIX, con el Impresionismo. Aquellas obras pictóricas que, desde el Trecento italiano se habían inspirado en paisajes y figuras humanas con afán de credibilidad objetiva, llegaron a un punto final de representación naturalista. Dicho final quedaba cristalizado en un movimiento que, a su vez, implicaba el inicio de otra fase trascendental de la historia de la pintura. Porque el impresionismo se ha considerado como otro de los momentos de génesis más contundentes del arte contemporáneo. Desde esa época álgida donde un grupo de artistas alteró el panorama pictórico, iba a surgir en años posteriores una serie de estilos y corrientes radicalmente distintos a lo conocido hasta entonces.

Regatas en Aergenteuil. E. Manet, 1880

  Si bien es cierto que las nociones de luz, color, perspectiva y otros componentes formales ya se habían forjaron desde Giotto (S.XIV) hasta los románticos, los impresionistas las transformaron sobremanera. Ahora se trataba de valorar la luz natural con ligeros toques de color, desde un efectismo no contundente, sí sugerente, al igual que se practicara en la pintura barroca holandesa (como Frans Hals o Vermeer) e incluso con Velázquez y más tarde con Goya. Con todo, aquella Francia de principios del S.XIX, convulsa en lo político e inquieta en lo artístico, ya había ofrecido al quehacer de los impresionistas unas bases prioritarias. El mismo Delacroix opinaba que en la Naturaleza todo era un reflejo de la luz que llegaba a los ojos para reconocer el color. Por su parte, la creatividad de los románticos ingleses (como Turner o Constable) caminaba en el mismo sentido.

La partida de croquet. E. Manet. 1878

Pero la concepción de la “primera impresión” ya se había puesto en boga por pintores como Corot, muy sensible a los cambios lumínicos del día, o como el mismo Courbet,  que instaba a pintar lo que se veía desde una perspectiva inicial. Era evidente que la atracción por estos pintores paisajistas de la Escuela de Barbizon (veáse Nociones Arte Moderno II-Preimpresionistas) fue decisiva para abrir caminos en la búsqueda de la luz atmosférica. No obstante, existían diferencias latentes en la concepción  impresionista respecto a la realista de esos predecesores, y  ahí radicaba la modernidad. La captación del exterior tenía que pasar ahora por el filtro de una pintura inmediata e inestable. La precisión para recoger los motivos ya no era necesaria, es más, suponía un obstáculo para plasmar la verdadera realidad en continuo cambio, según el momento del día. Así, frente a la solidez plástica de aquellos, los impresionistas apostaron por la percepción de lo inasible, con un toque distendido de gran diversidad tonal.

Le Grenoullière. C. Monet. 

Y entre los elementos representados del exterior, tenían que predominar las masas afectadas por los juegos inevitables de luces y sombras, las atmósferas transparentes y amplias, la instantaneidad fugaz de los efectos luminosos…

Todo desde una observación emotiva de la naturaleza, trasladada al lienzo a través de formas transmitidas por colores más puros, y una gama más sencilla y brillante que la de románticos y realistas anteriores. Les bastó con siete u ocho colores (verdes, azules, violetas, rojos bermellones, amarillos, anaranjados). Por otro lado, la técnica se asentaba en la yuxtaposición de tonos puros, con la casi desaparición

Puerto de Amberes. Boudin.1875        del negro, siempre persiguiendo una visión vibrante del ambiente y jugando con la intuición y la sensibilidad. En definitiva, el impresionismo pretendió/pretende defender una sinceridad absoluta con procedimientos simples, desde un dominio colorista ligero de pinceladas sueltas.

Café Concierto. Auguste Renoir. 1876

La historia del impresionismo de aquellos años setenta y ochenta del S.XIX nos habla de una serie de pintores irremplazables y sobresalientes. Pese a su impronta artística particular, todos defendieron las mismas premisas de fondo. Manet, como uno de los precursores, es considerado un clásico; Monet, maestro de los reflejos y variaciones de la luz y del agua fue el más considerado; Degas, admirador de Ingres, fue un admirable pintor de atmósferas; Renoir, pese a sus variables facetas prefirió las escenas con personajes y retratos; y otros como Pisarro, Sisley o Bazille siempre persiguieron una fugacidad lumínica plena de matices coloristas.

 

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